Novena a la Virgen del Carmen, oportunidad para fijarnos en la vida de las comunidades…



Poder recoger todas las experiencias de los (as) misioneros (as) que participaron en la novena de la virgen  del Carmen es imposible, no por la cantidad de veredas recorridas o de participantes, sino que cada relato de vida es diferente, porque las familias han pasado y sigue atravesando circunstancias que aunque pueden en principio ser similares difieren en su esencia misma, sin embargo, se intenta plasmar en el siguiente escrito una pequeña parte de algunos detalles que vivieron algunos (as) de ellos (as) y que a lo mejor para muchos pasen desapercibidos, pero que en la historia de las comunidades campesinas son significativas porque en ellas se les va la vida.


En total se acompañaron diez veredas, a saber; Cumbre, Puerto Esperanza, Floresta, La Esperanza, Cima, Caño Claro, Playa Rica, Malavar, Jardín y centro poblado Medellín del Ariari.  

Así pues, visitar las familias y encontrarlas en sus oficios cotidianos; observar y detallar cómo cada grano de maíz es desprendido de la tusa para posteriormente ser llevado a una olla, ser colocado a fuego lento en la estufa de leña y darle el calor suficiente para lograr la cocción necesaria, pero a la vez, mirar cómo estos granos son cargados a puñados por una mano de mujer que una y otra vez repite el mismo acto y los deposita en una tolva oxidada de un molino viejo, allí donde el hierro grueso en forma de broca arrastra cada pizca a dos discos que trituran cada semilla hasta convertirse en harina; masa húmeda que posteriormente es empapada con suero extraído de la leche, saborizada con partículas diminutas de sal que se funden entre harina y queso rayado. Luego prestar atención cómo cada dedo de la mano trabaja conjuntamente para formar pequeños platillos de masa, que en un  tiesto  hecho de arcilla, negro por el humo, el hollín y el tiempo se ha transformado en huésped eterno, reliquia sagrada y testigo fiel que ha presenciado cada mañana a la familia reunida entorno a la mesa de vida y esperanza.  


 A su vez, tener el privilegio de caminar trochas entapetadas con piedras, barro y huellas  de niños, niñas, campesinos (as), caballos y mulas  que a diario van y vienen. Detenerse a contemplar los caminos adornados por flores de platanillo, musgos, vegetación y cañadas que llevan agua cristalina con olor a tierra y montaña fresca; ser consciente de los múltiples cantos de pájaros que se entremezclan con los sonidos de chicharras. Encontrar hombres y mujeres que salen hacer su remesa a cuatro horas de camino para la semana, el mes o más tiempo, es ahí donde se descubre que aún los (as) campesinos (as) sufren porque no cuentan con vías que les permita sacar sus productos de la finca, a esto se suma el incremento de  las lluvias y como consecuencia, el no poder pasar los ríos hasta que no baje los caudales de agua, pues no hay puentes que permitan atravesarlos, de igual modo, el alto costo de insumos para las pocas siembras que tienen, el estar en una zona roja que los pone en el blanco de los grupos armados, el haber sido desplazados en años anteriores de sus tierras, el no tener los títulos de sus propiedades, el no préstamo de dinero por las entidades estatales para financiarse y mejorar su calidad de vida, la difícil tarea para sacar a los enfermos por la distancia y el mal estado de los caminos, son entre tantas otras situaciones con las que los (as) campesinos (as) se encuentran en algunas veredas. 

  
Es de esa manera como esta misión de la novena a la virgen del Carmen enseña a los (as) misioneros (as) a fijarse en esos pequeños detalles que cobran importancia, a ir más allá de las apariencias, a desvelar con el alma, la razón y el afecto lo que está detrás de cada vida, de cada historia…La misión a la virgen del Carmen despierta la sensibilidad y en medio de un ambiente ecológico y natural permite descubrir las diversas situaciones de las familias.

Se agradece de corazón a todas a las familias que recibieron los (as) misioneros (as), a todos los hombres, mujeres, niños y niñas, quienes abrieron las puertas de sus corazón y de su casa, quienes acompañaron durante la novena; a todos los conductores de motos, carros y tractores que se unieron entorno a esta gran fiesta, que María santísima les siga conduciendo por caminos de vida y esperanza, les proteja y no permita que nada negativo les suceda.  


Equipo misionero de Medellín del Ariari